Ampliaciones, addenda y descartes de la pieza «13 black letters».

Ampliaciones. Algunos de los textos de estas cartas fueron trasladados a carteles y posteriormente pegados en los muros de la avenida Naciones Unidas.


Antecedentes directos de la pieza. Es un antecedente directo las piezas de la serie Stranger de Glenn Ligon. Debí acceder a su conocimiento en una conferencia de Francisco Javier San Martín titulada Noir c’est noir, dictada en Zas kultur en junio de 2019. En el cuadro aparece, negro sobre negro, óleo sobre carbón o carbón sobre óleo, parte de una novela de James Baldwin, Stranger in the Village (1953), que narra su experiencia como único hombre negro en un nevado pueblo de Suiza. Vi una pieza de esta serie y creo que la olvidé, quedó alojada en mi subconsciente para emerger en una pieza mía un poco más adelante. La misma idea plástica, aunque con diferentes orientación y tratamiento, mail art y diseño gráfico más que pintura, negro de duelo que no de raza.

Glenn Ligon, Stranger #20.


Descarte. «Quedaba a R. por enviar la carta negra número trece. La trece de la trece. Se había quedado atascado en ella. Se presentaban ante él diferentes posibilidades. Que la carta incluyera a su vez trece partes de algo, abriéndose de ese modo a una nueva serie sin fin. Cabía también la posibilidad de cerrar la pieza definitivamente, de cerrar la pieza y con ella la serie. Por ejemplo, enviando al alcalde un sobre completamente vacío, cediendo a la nada el protagonismo trabajosamente conquistado por el negro, haciendo de la nada su colofón.

Otra posibilidad, por último, era incluir en la negra misiva cierta información personal, hacer partícipe al alcalde (y solo a él) de una decisión que el artista podría haber tomado o no, la de declararse en huelga de hambre, la de dejarse morir de inanición. Una huelga de hambre de carácter estético, una acción desinteresada. Pues, en opinión de R., para ser considerada como obra de arte no podría contaminarse de peticiones o reivindicaciones concretas. Una vez puesta en marcha tal maquinaria no habría nada en el mundo, ninguna concesión política, que pudiese alterar su designio. Ya no sería posible ninguna intromisión en la finalización de la pieza, no se admitiría ninguna transacción, ninguna componenda. Pues el artista se habría colocado por una vez en posición de ser el dueño único y absoluto, el amo definitivo del significante de su obra.»

(Final del relato «La pieza número trece» publicado en txtLAB en junio de 2021).


Ampliación.

Carta negra acompañada de confetti negro.